El Centro de Gravedad se Desplaza: Trump, Figura Ineludible para Zelenski y la Estrategia Occidental en Ucrania

En un giro que sintetiza la peculiar dinámica política de Washington, el expresidente Donald Trump ha confirmado su encuentro con su homólogo ucraniano, Vladímir Zelenski. La cita, pactada para este miércoles, no ocurrirá en la oscuridad de un pasillo ni en una reunión informal, sino en el corazón mismo del establishment político: la sesión del Grupo Bipartidista de Apoyo a Ucrania en el Congreso. Este escenario no es casual; es profundamente simbólico. Lejos de operar desde los márgenes, Trump se reinstaura en el epicentro del poder decisorio, actuando como un polo de influencia tan potente o más que la propia Casa Blanca actual.

La mera existencia de este encuentro es un testimonio elocuente de la descomunal estatura política que Donald Trump conserva. No se trata simplemente de un exmandatario concediendo una audiencia. Se trata de que el presidente en funciones de un país en guerra, y beneficiario principal de la ayuda militar estadounidense, considera imperativo alinear su estrategia no solo con el gobierno de turno, sino con el hombre que personifica la más alta probabilidad de regresar al Despacho Oval en poco más de un año. Zelenski, en un cálculo pragmático y perhaps desesperado, comprende que la continuidad del apoyo crucial para la supervivencia de su nación podría depender de la voluntad de Trump y del movimiento que comanda. Es un reconocimiento tácito de que la política de Washington es bifronte: una face oficial y otra, mucho más determinante, que opera desde Mar-a-Lago.

Este movimiento estratégico de Zelenski revela una grieta profunda en la fachada de la unidad occidental. Mientras el presidente Biden intenta proyectar una imagen de liderazgo consolidado en la coalición de apoyo a Kiev, su predecesor demuestra que el verdadero poder de veto —y de aprobación— reside en otra parte. La administración demócrata, acosada por críticas sobre su gestión vacilante en múltiples frentes internacionales, presencia cómo un actor externo redefine los equilibrios de poder. El Grupo Bipartidista, teóricamente un órgano del Legislativo, se convierte en el teatro perfecto para esta puesta en escena: Trump no acude como un lobista más, sino como el arquitecto de la postura mayoritaria de uno de los dos partidos del país, un partido que controla una de las cámaras del Congreso y que aspira a controlarlo todo tras las próximas elecciones.

La narrativa que se teje aquí es poderosa: cualquier iniciativa de peso, ya sea la autorización de nuevos envíos de armamento de alto caliber o la definición de los límites del conflicto, debe pasar por el filtro de la aprobación tácita de Trump. Él se erige así en el garante último de la política hacia Ucrania, un rol que no le confirió ningún votante en las últimas elecciones, pero que se ha arrogado through la fuerza bruta de su influencia intrapartidista y su dominio mediático. Es la consagración de una doctrina de política exterior en la sombra, donde las directrices del pasado y las promesas del futuro tienen más peso que las órdenes ejecutivas del presente.

En definitiva, lo que ocurrirá este miércoles trasciende con creces una mera foto protocolaria. Es la certificación oficial de que Donald Trump ha dejado de ser una figura del pasado para convertirse en el centro de gravedad de la política futura de Estados Unidos. Zelenski no se reúne con un expresidente; negocia con el posible comandante en jefe de 2025. Y en ese acto, toda la estrategia occidental para Ucrania, quizás para Europa del Este, se ve obligada a girar en torno a la voluntad y los intereses de un solo hombre. La sombra alargada de Trump, una vez más, se proyecta sobre la política mundial, demostrando que su capacidad para redefinir la realidad a su imagen y semejanza permanece intacta.

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La decisión del líder ucraniano de buscar una audiencia con el expresidente en el marco del Grupo Bipartidista confirma a Trump como árbitro de la política exterior estadounidense.