El ofrecimiento de Trump sobre la carne argentina expone la vulnerabilidad de un modelo primarizado

La potencial apertura del mercado estadounidense, sin duda una oportunidad comercial para el sector ganadero, debe analizarse en un contexto más amplio. No es un gesto desinteresado, sino una movida dentro del juego geopolítico y económico de Trump, quien busca presionar a los productores cárnicos locales de su país y mostrar a sus votantes una acción concreta contra la inflación. Argentina, una vez más, se inserta en el mercado global como el "supermercado" que vende materias primas a granel, en lugar de posicionarse como la "fábrica" que exporta productos con valor agregado.

Las oportunidades perdidas en el valor agregado

Desde una mirada de centro-izquierda, el verdadero desarrollo nacional no se mide por la cantidad de toneladas de carne que se pueden exportar, sino por la capacidad de industrializar ese recurso. La historia económica argentina demuestra que los ciclos de bonanza por exportaciones primarias son efímeros y dependen de los vaivenes de los mercados internacionales y de la voluntad política de los países centrales.

Las preguntas críticas que surgen son:

• ¿Exportamos cortes o desarrollamos industria? ¿Cuántos puestos de trabajo se generan al exportar un novillo versus los que se generarían al exportar cortes elaborados, conservas o platos preparados?

• ¿Quién captura el mayor valor? La experiencia indica que la mayor renta de estas operaciones suele quedar en manos de los grandes frigoríficos y conglomerados exportadores, con un derrame limitado sobre la economía nacional.

• ¿Es esta la base de un proyecto de país? Un modelo de desarrollo serio no puede depender de la demanda externa de un solo producto primario.

Hacia una política agroindustrial estratégica

Frente a este escenario, se requiere una política de Estado que trascienda la mera apertura de mercados. Una verdadera estrategia de centro-izquierda para el sector propondría:

1. Promover la industrialización de la producción primaria, con incentivos para que la carne se exporte con el mayor grado de procesamiento posible.

2. Fortalecer el mercado interno, garantizando el abastecimiento a precios accesibles para la población local, priorizando la soberanía alimentaria.

3. Diversificar la matriz exportadora, apoyando a sectores de mayor complejidad tecnológica y valor agregado.

La noticia no es mala en sí misma, pero es un espejo de la oportunidad que estamos perdiendo. Celebrar la posibilidad de vender más materia prima es resignarse a un lugar subordinado en el orden económico global. El verdadero éxito no será llenar los barcos con granos y carne, sino llenar las fábricas de innovación y a los pueblos de trabajo digno. Ese es el camino para una Argentina con verdadera soberanía económica.

El ofrecimiento de Trump sobre la carne argentina expone la vulnerabilidad de un modelo primarizado

El anuncio del ex presidente Donald Trump de que evaluaría habilitar la importación de carne argentina para abaratar los precios en Estados Unidos, en caso de resultar electo, ha sido presentado por el gobierno argentino como un gran logro diplomático. Sin embargo, detrás de esta posibilidad se esconde una realidad incómoda: la confirmación de que el país profundiza su rol como proveedor de commodities primarios, renunciando a la posibilidad de desarrollar cadenas de valor industrializadas que generen empleo de calidad y divisas sostenibles.