La crisis multicausal de La Libertad Avanza evidencia el fracaso de la política como confrontación permanente

El gobierno de La Libertad Avanza (LLA) atraviesa una crisis política acelerada, con múltiples frentes abiertos que van desde rebeliones legislativas dentro de su propia coalición hasta un conflicto larvado con los gobernadores y un desgaste palpable en la calle. Lejos de ser una simple mala racha, esta tormenta perfecta es el resultado lógico de una estrategia de gestión basada en la polarización extrema, la negación del diálogo y la aplicación de un programa económico que profundizó la recesión y el malestar social.

POLÍTICA

9/19/2025

La imposibilidad de articular una coalición de gobierno estable no es un accidente, sino una consecuencia directa de una visión que concibe la política como la imposición unilateral de una voluntad minoritaria. El fracaso en obtener quórum para su ley de reformas y el levantamiento de bloques aliados como el de Miguel Pichetto no son traiciones, sino la respuesta racional de sectores que fueron tratados como meros comparsas y que ahora evalúan el costo de asociarse a una gestión que muestra signos de agotamiento prematuro.

La economía, el motor del descontento

El núcleo de la crisis gubernamental no se encuentra en los pasillos del Congreso, sino en la economía real. El "ajuste ortodoxo" impulsado por el ministro Luis Caputo, con su feroz restricción monetaria y fiscal, ha logrado contener temporariamente la hiperinflación a un costo social devastador: una recesión profunda, una caída histórica del consumo y un colapso de la industria y la construcción. La promesa de que "lo peor ya pasó" se estrella contra la realidad de una ciudadanía que ve cómo su poder adquisitivo se esfuma y sus proyectos se cancelan.

La estrategia de concentrar todo el poder en un pequeño grupo técnico, ignorando a los intendentes, gobernadores y a los propios movimientos sociales, ha creado un desierto de legitimidad. El gobierno parece operar en una burbuja, creyendo que la aprobación de los mercados financieros es suficiente para gobernar, mientras se desentiende del creciente clamor popular y de la necesidad básica de construir acuerdos.

Una crisis de gobernabilidad previsible

Desde una mirada de centro-izquierda, esta situación era previsible. Un proyecto que se presenta a sí mismo como una "lluvia de golpes" contra el "establishment" y la "casta" termina, paradójicamente, dependiendo de esos mismos actores para gobernar, pero sin ofrecerles nada a cambio más que la sumisión. La política, en su esencia, es la construcción de acuerdos y la búsqueda de consensos mínimos para la gobernabilidad. LLA llegó al poder para dinamitarlos, y ahora cosecha los frutos amargos de ese error de cálculo.

La aceleración de la crisis no es solo un problema para el oficialismo; es un riesgo para toda la sociedad. La ingobernabilidad y la vacuidad de poder profundizan la incertidumbre y postponen cualquier posibilidad de debatir un proyecto de país serio, con justicia social y desarrollo inclusivo. El gobierno se encuentra en un callejón sin salida: no puede avanzar con su programa original y no parece tener la flexibilidad política para pivotar hacia una gestión más dialoguista y realista.

La lección que queda es contundente: no se puede gobernar para un sector minoritario de la sociedad, ni se puede sustituir la política por la técnica. La salida de esta crisis requerirá, tarde o temprano, de una voluntad de diálogo y de una perspectiva que priorice la reconstrucción del entramado social por sobre el dogma ideológico. Algo a lo que, por ahora, este gobierno parece ser estructuralmente adverso.

La crisis multicausal de La Libertad Avanza evidencia el fracaso de la política como confrontación permanente

El gobierno de La Libertad Avanza (LLA) atraviesa una crisis política acelerada, con múltiples frentes abiertos que van desde rebeliones legislativas dentro de su propia coalición hasta un conflicto larvado con los gobernadores y un desgaste palpable en la calle. Lejos de ser una simple mala racha, esta tormenta perfecta es el resultado lógico de una estrategia de gestión basada en la polarización extrema, la negación del diálogo y la aplicación de un programa económico que profundizó la recesión y el malestar social.